La identidad se construye de dentro hacia fuera y de fuera hacia dentro


Huynh“Ellos me hablan de la gente, de la humanidad. Pero yo nunca he visto gente o humanidad. Yo he visto personas diferentes, asombrosamente distintos. Cada una separado de la siguiente por un espacio desocupado”

Fernando Pessoa

La fotografía se encarga de fijar en un lugar a esas personas con sus cuerpos entre esos espacios “deshabitados”, tanto la que se dedica al retrato del rostro, como la que lo hace del cuerpo. Pero el sujeto, en particular su identidad, no lo crea la fotografía, sino su relación con los otros y consigo mismo. Eso no quiere decir que la fotografía no tenga un lugar de importancia en ese desarrollo, pues de hecho ella puede ayudar a formar esa identidad, a matizarla y a ordenarla. Se podría decir por ello, que la fotografía es una herramienta que permite al sujeto, gracias a su relación con los demás, y mediatizada por esa relación, la construcción de la identidad corporal.

La construcción de la identidad propia es un asunto complejo que requiere de toda una serie de habilidades psicológicas que van desde las perceptivas y atencionales (cognitivas), hasta las socio-emocionales y lingüísticas. La construcción de esa identidad pasa en primer lugar e indiscutiblemente por la comprensión y asimilación del propio cuerpo (destacando el rostro).

Tal como comenta Revilla:

“El primer elemento que ancla nuestra identidad es el cuerpo. La fuente del hecho de la identidad está en el cuerpo, pues son la continuidad corporal, la apariencia física y la localización espacio-temporal los que sirven como criterios para la asignación de una identidad continua en tanto seres corporeizados desde un punto de vista fenomenológico. Además, el cuerpo está ligado a la capacidad de agencia, a la experiencia de ser un actor autónomo, no determinable . El cuerpo expresa esa continuidad incluso en la evolución, crecimiento y envejecimiento vitales. Expresa esa paradoja de que somos siempre los mismos y a la vez algo diferentes, como apreciamos al ver las fotografías de años anteriores”. Revilla (2003)

Es importante destacar, por tanto, que la representación o imagen del cuerpo se construye, no se nace con ella, es un hecho relacional y simbólico que se forma en conexión con los otros. gpc_work_midsize_556La interiorización y representación del cuerpo de uno mismo condiciona el desarrollo emocional, tanto positiva como negativamente. Por ello no es baladí el desarrollo de esta representación, sino que es un hecho muy importante en el desenvolvimiento de la personalidad. Esa importancia está relacionada, por ejemplo, con la aparición de la autoestima y del autoconcepto (la conciencia de uno mismo), que son fundamentales para mantener un equilibrio emocional. Es necesario decir también que la construcción (representación mental) de la imagen corporal, y por tanto de la identidad, está muy influida por factores culturales-sociales- económicos. Es decir por el contexto en el que el sujeto se desarrolla (la fotografía también).

Existe un mecanismo fundamental para la creación de esa imagen corporal y de la identidad personal: la mirada. El papel de la mirada, propia y ajena, sobre el cuerpo marca la aparición de esa representación. Es a través de ella que el sujeto se observa por primera vez, y observa también que los otros le miran. Durante los primeros años de vida se dan los primeros pasos fundamentales para la creación de esa imagen corporal. En este sentido, es especialmente relevante la relación del bebé con las personas con las que mantiene vínculo. rosanne_olson9A través de la mirada de la madre, del padre, el niño descubre su propio cuerpo, al menos descubre los efectos que su cuerpo crea sobre los demás (el cuerpo del niño es habitado por el deseo de los otros). Tal como dide Winicott: “El primer espejo es el rostro de la madre”. Hacia los 18 meses el niño empieza a ser capaz de reconocer su cuerpo como propio, se trata de la fase del espejo. El sujeto adquiere su imagen de cuerpo integrado, imagen que viene desde fuera. A partir de ese momento se podrá entender a si mismo como un sujeto único e irrepetible, puesto que no hay dos cuerpos iguales (exceptuando los gemelos). Empieza a ser capaz de representar su cuerpo en el espacio y en el tiempo. Empieza también la construcción del concepto de género a través de la observación de lo que es propio del cuerpo masculino y femenino, así como de las ropas y complementos con que se visten. Aparecen, a partir de este momento y lentamente, las primeras nociones sobre su autoconcepto y su autoestima que se van desarrollando durante el resto de la infancia.

Durante la adolescencia y la juventud, el cuerpo se transforma, se convierte en otra cosa. El sujeto que había aprendido e interiorizado su cuerpo tiene ahora que hacer una reconstrucción mental del mismo con las nuevas características. Ese es un cambio complejo y difícil que obliga también a modificar toda la identidad del sujeto, incluida la de género.

Como afirma de nuevo Revilla:

“Pero además, el cuerpo tiene también una función muy importante en la puesta en juego de la identidad ante los otros. Nuestra más radical autoimagen de nosotros mismos es la imagen que nos devuelve el espejo, y es así como imaginamos la impresión qjock_sturges_03ue causamos a los demás en nuestra interacción. Sabemos que seremos juzgados por cómo aparecemos y por eso utilizamos nuestro cuerpo para convencer a los demás de lo que somos. Y así, todo actor debe tener un manejo suficiente de su cuerpo, un control rutinario, que le haga aparecer como un actor fiable (Goffman, 1971), siendo esa sensación de control la que nos permite y obliga a hacernos cargo de nuestra actuación, a sentirnos responsables de nuestros actos y de sus consecuencias en el plano identitario. Lo contrario lleva al sentimiento patológico de la descorporeización, a sentir que nuestra actuación es falsa y que no responde a nuestra verdadera identidad (Giddens, 1991). No parecer uno mismo, por comportamiento”. Revilla (2003)

Esa función que comenta Revilla se desarrolla especialmente durante la adolescencia. Momento en el que también se aprende a usar el cuerpo para amarse y para amar a los demás. Aprendemos también a responsabilizarnos del cuidado del mismo. Al llegar a la juventud el cuerpo, y su representación, quedan formados de forma estable durante un lapso de tiempo largo, hasta llegar al la parte media de la vida adulta.

En la vida adulta el cuerpo es capaz de reproducir otros cuerpos: aparece la paternidad y la maternidad. También aumenta aún más el cuidado del mismo, pues hacia el final de la cuarta década de vida aparecen las primeras enfermedades que hacen temer por la supervivencia. El sujeto toma conciencia de los cambios importantes del declive del cuerpo. Es el inicio de su decadencia , que muchas personas tienen dificultades para aceptar. La enfermedad y los primeros síntomas de envejecimiento cambian la identidad, normalmente bajan la autoestima y el autoconcepto. La sexualidad disminuye.

Durante la senectud continúan los cambios en el cuerpo que cada vez son más importantes, y que hacen tomar consciencia al sujeto que se va acercando inexorablemente a su desaparición. Estos cambios son aún más complejos de integrar y aceptar que los que se produjeron en la etapa anterior.

En resumen: la representación del cuerpo que el sujeto adquiere en su contacto con los otros, construye una parte importante de la identidad del sujeto, la cual cambia a lo largo de toda la vida. El cuerpo, especialmente su representación mental, no es, por tanto, solamente un logro físico, sino también simbólico. Hecho que influye sobre el estado emocional del sujeto. Para tener una identidad equilibrada y estable, es necesario tener una imagen corporal positiva. El desarrollo emocional depende de la forma como vivamos nuestro cuerpo. Interacciones positivas crearan una imagen corporal positiva y permitirán al sujeto tener una mayor autoestima. Por ello, esa imagen corporal no depende tanto de nuestro cuerpo real como de nuestra simbolización del mismo. Una interacción de calidad con padres y amigos nos puede ayudar a crear una buena imagen de nuestro cuerpo sea como sea éste.

olson22La fotografía, juntamente al vídeo y al espejo, son unas de las herramientas, tal vez las más importantes, que nos permiten crear esa imagen corporal, esa identidad como sujeto. Los retratos del rostro y del cuerpo son el máximo exponente de dicho uso. Pero también son importantes las impresiones de los demás sobre nuestra cara, nuestras manos, nuestras piernas, nuestro sexo, etc. Las palabras que nos dirigen los otros respecto a nuestro cuerpo, la forma como interaccionan con él, y, porqué no, la forma en que nos retratan, son las piezas de construcción que forman el puzzle complejo de nuestra identidad corporal, que evoluciona durante todo el ciclo vital . Aceptar ese cambio en la identidad corporal con el paso de los años es uno de los fundamentos para vivir una senectud apacible con uno mismo desde el punto de vista emocional. Ser capaz de observar nuestras fotos en distintos momentos de la vida nos puede ayudar a integrar correctamente ese cambio en nuestra conciencia personal.

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Fotografías por orden de aparición: Huynh, Mapplethorpe, Olson, Sturges, Leibovitz, Olson

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