Ser fotógrafo es atrapar el propio asombro de vivir… y morir


Hay veces en las que uno se ve reflejado en libros, exposiciones, películas…, etc., como si ellas mostraran una parte interior de uno mismo que se proyecta en creaciones de otros. Exactamente eso es lo que me sucedió el sábado por la tarde al visitar en el Caixa Fòrum de Palma la fantástica exposición «Un mundo flotante: fotografías de Jacques Henri Lartigue».

Serge Tisseron comenta que: «[La cámara fotográfica]… es el más eficaz instrumento de familiarización y apropiación del mundo que el hombre haya puesto a su servicio, ya que mantiene una continuidad inmediata con su vida psíquica». «La fotografía es… una forma de pensar». La obra de Lartigue es uno de los ejemplos más claros de ese intento de interiorización del mundo del que habla Tisseron. Lartigue ya desde muy pequeño intentó captar para si ese extraño mundo complejo, vago, difuso, caótico, intermitente y a veces invisible en el que vivimos. Como todos los niños Lartigue se asombró de ese mundo: del físico o natural y del social-emocional. Su curiosidad lo llevó a explorarlo, al igual que todos los niños del mundo, pero él lo hizo además con su cámara. Para entenderlo lo retrató, de esta forma se apropió de él para siempre.

Lartigue interiorizó internamente con la mente y externamente con la cámara, todo tipo de objetos de su época y contexto social: aviones, automóviles, pilotos, juguetes,etc. Es decir, tomó el mundo de las cosas, pero también interiorizó el mundo social y emocional en el que vivió, retratando personas y objetos personales o motivos arquitectónicos de las viviendas de esos sujetos. En particular, estuvo muy interesado en retratar su vida emocional, incluso desde la infancia. En ella todas sus relaciones sociales y emocionales fueron retratadas: con primos, con amigos, con su hermano, y a menudo lo hacía en el contexto de juego o diversión en el que se encontraban en ese momento. Pero esa manía le duró toda la vida, la persona a la que más retrató fue a su mujer. Se podría decir que desde sus comienzos fue el fotógrafo de su propio ciclo vital y del contexto en el que éste se desarrollaba. Su fotografías eran de hecho una especie de diario personal, en el que en lugar de texto había imágenes que se constituían en su memoria, siendo la cámara la tecnología que permitía aumentarla y transformarla. Lo fotografiado quedaba allá, a disposición de Lartigue para cuando fuera necesario. El mundo feliz, pero mortal, en el que vivía no se perdería emocionalmente jamas. La felicidad es frágil por eso hay que conservarla en la fotografía. «Si estaba deseoso de buscar la felicidad, es porque en él existía un vacío», cree Maryse Cordesse, vacío que intentaba rellenar con la fotografía sin saber que ese tipo de agujeros nunca se llenan.

Su vida psíquica en las diferentes etapas de su vida tenía una continuidad en el presente al contemplar las fotografías de otros momentos de su ciclo vital. Esas imágenes antiguas le permitían así recuperar las emociones que sintió en el momento que fueron tomadas. Fotografió toda su existencia, pues a los 6-7 años realizó la primera fotografía, y la última la hizo muy poco antes de morir. Allí, en ese diario fotográfico, podemos leer cuál era su forma de pensar y entender el mundo. A Lartigue le pasaba lo mismo que a mi, necesitamos fijar nuestra vida en algún lugar imperecedero, que nos sobreviva, al menos mientras vivimos. Nos hicimos fotógrafos por eso, para que el mundo y la felicidad no se nos escaparan, a pesar de ser eso imposible. Fotografiamos la vida para intentar detenerla, para que no se modifique. Tememos a las pérdidas, intentamos fijar la existencia de la misma forma que el fijador fija nuestras imágenes, sin saber que no se puede fijar, sin conocer que siempre se escapa. De hecho el transcurrir de la vida es en si misma una pérdida dónde cada día se esfuma algo en relación al día anterior, para empezar la propia vida. Por eso ese intento de congelarla es a menudo baldío.

Links:

Fundación Jacques Henri Lartigue

Vídeo sobre la exposición

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* Todas las fotografías son de Lartigue

Bibliografía:

* Tisseron, S. (2000) El misterio de la cámara lúcida: fotografía e inconsciente. Salamanca: Ediciones de la Universidad de Salamanca

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