La adolescencia es un proceso complejo, lleno ambigüedades y contradicciones en el que la vida te sale al encuentro, y no siempre de una forma ordenada, previsible y acogedora. Se entra siendo uno y se sale siendo otro. Si hay algo que la caracteriza es el “cambio”, constante, variable, desequilibrado, alegre o triste, continuo o discontinuo, pero siempre presente, del cuerpo y de la mente. Es cuando te atropella el amor, la música, las adicciones, el sexo, la amistad, la biología, y sobre todo tú mismo. Es cuando te alejas de aquellas cosas que te habían dado seguridad: el calor de la familia, la escolaridad obligatoria, la confiabilidad de un mundo infantil. Es cuando uno empieza a preguntarse sobre el sentido, que no siempre tiene, la vida y también la muerte. Es cuando uno se da cuenta de que para formarse una identidad debe reflexionar sobre si mismo y sobre los demás, y entonces averigua que para ser uno mismo debe poder empezar a contarse la historia de su vida, sus avatares, aquello que lo constituyo como sujeto, que siempre es el otro. El final de esta difícil tarea no llegará hasta que alcance la madurez, pero mientras, todos esos años, se interrogará continuamente sobre las cosas que le pasan, y vivirá y sufrirá y gozará, y volverá a preguntarse sobre el sentido de uno mismo.
Hay fotógrafos/as que han sentido muy adentro de su mirada la necesidad de captar ese período y ese proceso de cambio. Dos que me llaman mucho la atención son Sally Mann y Jock Sturges.
Sally Mann recoge los cambios de sus hijas desde pequeñas hasta adultas, pero el período de la adolescencia es especialmente fructífero. En sus imágenes se pueden ver momentos muy naturales del desarrollo de las adolescentes, en el que incluso no dudó en retratarlas desnudas, intentando mostrar esos cambios de la vida en los que el tiempo escribe sus signos en los cuerpos.
Sturges es famoso por sus fotografías de desnudos femeninos en los que se capta muy bien ese instante de la existencia en el que el cuerpo deja de ser uno para ser otro. En el instante en que aparece la sexualidad adulta en una mente aún, a menudo, infantil, que no está preparada para asumir fácilmente la aparición de los rasgos sexuales adultos, ni de ese calor interior que pone en marcha la bioquímica. Por eso aceptar los cambios de identidad, siempre ligados a la imagen corporal, es uno de los trances más desequilibrantes de la adolescencia.
Tanto Mann como Sturges lo captan de una forma sublime.
* Las dos primeras fotos son de Sturges, las dos últimas de Mann
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