Lo sublime de la adolescencia


La adolescencia es un proceso complejo, lleno ambigüedades y contradicciones en el que la vida te sale al encuentro, y no siempre de una forma ordenada, previsible y acogedora. Se entra siendo uno y se sale siendo otro. Si hay algo que la caracteriza es el “cambio”, constante, variable, desequilibrado, alegre o triste, continuo o discontinuo, pero siempre presente, del cuerpo y de la mente. Es cuando te atropella el amor, la música, las adicciones, el sexo, la amistad, la biología, y sobre todo tú mismo. Es cuando te alejas de aquellas cosas que te habían dado seguridad: el calor de la familia, la escolaridad obligatoria, la confiabilidad de un mundo infantil.  Es cuando uno empieza a preguntarse sobre el sentido, que no siempre tiene, la vida y también la muerte. Es cuando uno se da cuenta de que para formarse una identidad debe reflexionar sobre si mismo y sobre los demás, y entonces averigua que para ser uno mismo debe poder empezar a contarse la historia de su vida, sus avatares, aquello que lo constituyo como sujeto, que siempre es el otro. El final de esta difícil tarea no llegará hasta que alcance la madurez, pero mientras, todos esos años, se interrogará continuamente sobre las cosas que le pasan, y vivirá y sufrirá y gozará, y volverá a preguntarse sobre el sentido de uno mismo.

Hay fotógrafos/as que han sentido muy adentro de su mirada la necesidad de captar ese período y ese proceso de cambio. Dos que me llaman mucho la atención son Sally Mann y Jock Sturges.

Sally Mann recoge los cambios de sus hijas desde pequeñas hasta adultas, pero el período de la adolescencia es especialmente fructífero. En sus imágenes se pueden ver momentos muy naturales del desarrollo de las adolescentes, en el que incluso no dudó en retratarlas desnudas, intentando mostrar esos cambios de la vida en los que el tiempo escribe sus signos en los cuerpos.

Sturges es famoso por sus fotografías de desnudos femeninos en los que se capta muy bien ese instante de la existencia en el que el cuerpo deja de ser uno para ser otro. En el instante en que aparece la sexualidad adulta en una  mente aún, a menudo, infantil, que no está preparada para asumir fácilmente la aparición de los rasgos sexuales adultos, ni de ese calor interior que pone en marcha la bioquímica. Por eso aceptar los cambios de identidad, siempre ligados a la imagen corporal, es uno de los trances más desequilibrantes de la adolescencia.

Tanto Mann como Sturges lo captan de una forma sublime.

* Las dos primeras fotos son de Sturges, las dos últimas de Mann

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Lo sublime de la adolescencia

La autoconciencia frente al espejo digital


«El sujeto comienza tomándose a sí mismo, a su propio cuerpo, como objeto de amor». S. Freud

Es evidente que la cámara ha substituido al espejo, especialmente desde la llegada de la fotografía digital (numérica), como herramienta que permite al sujeto conocerse externamente. Tal como ya se comento en el post titulado «La identidad se construye de dentro hacia fuera y de fuera hacia dentro», el sujeto, entre muchas otras cosas, debe reconocerse para construir su identidad. Debe hacerlo además en un doble sentido: físico y psicológico, los cuáles se relacionan entre sí. El niño cuando nace viene capacitado innatamente con potentes herramientas que le permiten procesar información del medio y de él mismo, pero tarda un tiempo en poder construir un conocimiento ordenado y con sentido de todo ello. En el caso de la construcción de su identidad, de su «yo», es un trabajo lento que se inicia en el mismo momento del nacimiento y que acaba de culminar en la adolescencia. Aunque es cierto que el primer reconocimiento de uno mismo se da ya cerca del segundo año de vida, al reconocer el sujeto su imagen en un espejo. Pero la identidad de uno mismo no es solamente esa información del cuerpo, de lo físico, sino también de lo psicológico. Al reconocerse en el espejo el niño también se reconoce como alguien con unas características psicológicas determinadas. En ese contexto de construcción intervienen también los otros, pues nos devuelven nuestra propia imagen también de alguna manera. Pero no es de ese último aspecto del que se va a tratar en este post, sino del otro. Es decir, la forma en el que elementos culturalmente inventados: como el espejo o la fotografía, permite a las personas formarse una imagen mental de su aspecto físico y reconocerse en ella como sujeto propio diferente a los demás física y psicológicamente.

Son clásicos los estudios de Wallon o de Lacan sobre esa fase en la que el niño empieza a reconocerse en el espejo al mirarse, lo que mucho más recientemente Gordon Gallup ha llamado «la conciencia frente al espejo«. Anteriormente a ese momento el niño veía en su reflejo a otro, a alguien que no conoce y con el que no se identifica. Precisamente por eso Lacan decía que el sujeto inicialmente se reconoce en el otro, en un semejante (su reflejo que él aún no reconoce como tal), ya que un día descubre que ese otro es él. Ese es un descubrimiento fundamental para la construcción de la identidad. De repente el niño descubre que tiene existencia propia, como individualidad, dentro de ese inmenso mundo de sujetos y objetos que observa cada día. Desde ese mismo momento irá percibiéndose como un «yo» distinto a los otros. Sumará a esa imagen física recientemente reconocida una ingente cantidad de información psicológica respecto a sí mismo. Pero, el alcance de la autoconciencia es aún mucho mayor, pues desde aquí también podrá diferenciar los estados mentales de los demás, y por ello podrá comprender la mente de los otros como diferente a la suya.

Se podría pensar que desde ese momento el sujeto no necesita ya reconocerse en el espejo. Sin embargo, parece que esa afirmación no es cierta, ya que continuamos mirándonos a menudo, reconociéndonos continuamente. Como si quisiéramos repetir ese descubrimiento una y otra vez. ¿Porqué nos gusta tanto reconocernos de nuevo en esa imagen reflejada de nosotros mismos?. La respuesta parece que tiene que ver más con un proceso emocional que cognitivo. El concepto «narcisismo» pueda tal vez iluminar algo esa respuesta. A pesar de no ser el primero en usar ese término, Freud fue quien le dio al término un contenido muy significativo para la psicología dinámica. Diferenció entre el narcisismo primario y secundario. El narcisismo primario está ligado a los primeros meses de de vida del niño en los cuales está ocupado en satisfacer sus necesidades y no tiene demasiado en cuenta el mundo externo. En wikipedia podemos leer: «Esta etapa está signada por la incapacidad del niño para reconocer al objeto, entendiendo por tal al mundo, las cosas y las personas que lo rodean, es decir, el recién nacido es incapaz de reconocer un mundo distinto a sí mismo. Todo su erotismo y/o energía libidinal es autodirigida y el mundo exterior no existe» . Es en este sentido que el sujeto se toma a sí mismo como objeto de amor. Al continuar desarrollándose el niño empieza a reconocer el mundo de las personas y de los objetos y el narcisismo se torna en secundario y deja de estar centrado en sí mismo. Ahora el mundo existe en función de las necesidades del sujeto. La energía libidinal va del sujeto al objeto y después retorna a éste.

 

La historia de la fotografía esta repleta de selfportraits famosos y no tan famosos, que permiten al fotógrafo redescubrir su cuerpo continuamente. ¿Quién no ha enfocado su cámara hacia su propio cuerpo?. Ningún fotógrafo que se precie de serlo. El goce que permite esa mirada es a menudo un goçe privado, pero otras veces es muy público. Actualmente el auge de la cámara digital, que nos facilita ese redescubrimiento constante, y el avance de las redes sociales en internet no solamente permiten que uno se identifique en ese cuerpo que acaba de retratar, sino que además lo haga público y lo enseñe al mundo entero. ¿Es ese un narcisismo primario o secundario?. ¿El sujeto que se retrata a si mismo, especialmente si se trata de un desnudo, lo hace porqué está centrado únicamente en si mismo y solamente goza de esta forma, o más bien busca al otro, para acabar encontrándose a sí mismo?.

Lacan, releyendo a su manera a su maestro, consideró que el estadio del espejo, al que nos referíamos antes, es una manifestación claramente narcisista en la que el sujeto se «enamora» al descubrirse en ese espejo, y lo hace en forma de interiorización de otro que resulta finalmente ser uno mismo. El sujeto llega a construir su identidad gracias al otro. Tal vez el resto de la vida necesitamos reenamorarnos de nosotros mismos una y otra vez, y nos miramos y remiramos en el espejo, o nos fotografiamos por esta razón: para descubrir nuestra identidad. Tal vez suceda que la fotografía es usada entonces en función de las necesidades del sujeto de contacto con el exterior, para que el mundo le devuelva la imagen de si mismo. Si es así, entonces es bastante probable que esa reproducción de uno mismo sea un intento continuo de interiorizarse.

En realidad lo que intentamos al retratarnos es contestar a esas inquietantes preguntas: ¿quién soy?, ¿cómo soy?, ¿porqué soy así?. Aunque siempre existe la posibilidad de que sea un asunto más «primario» e infantil.

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Fotografías:

* Self portrait

** self portrait de Kristina Krusse

*** self portrait anonimous

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La autoconciencia frente al espejo digital

La mirada de Gabriel Ramon hacia el teatro del rostro mallorquín


El jueves dia 19 de Noviembre (mañana) a las 20,00 horas Gabriel Ramon inaugura en el Palau Solleric, en Palma de Mallorca, una fantástica exposición sobre sus  más de 20 años de retratista de la sociedad isleña. Son casi 400 retratos, algunos presentados por temáticas, y otros de forma individual, que llenan el amplio espacio de la primera planta del museo.  A pesar de que Gabiel Ramon, discreta y humildemente, se siente un «fotógrafo de barrio» en realidad es mucho más que eso. Su técnica y creatividad para mí lo sitúan prácticamente al nivel de los retratistas más afamados a nivel mundial. A Gabriel le sucede, como a muchos habitantes de esta isla, que cree que el mundo acaba en el mar, en caso contrario su obra sería reconocida universalmente.

He tenido el placer de ayudar a Gabriel a montar los cuadros en la sala de exposición, tengo el privilegió de ser, después de él y de su mujer Michéle, la primera persona en observar el conjunto del trabajo que se verá a partir de mañana. Solamente puedo calificarlo de soberbio. Hace un recorrido desde sus inicios, a finales de los 70, hasta hoy mismo. Aunque los trabajos que más aparecen son  los realizados desde que abrió el estudio de la calle Sant Jaume, a principios de los 80.  En la galería se verá reflejada la historia reciente de la isla a través de sus personajes, de su cultura: pintores, escultores, actores, músicos, periodistas, escritores, abogados, jueces, personalidades de todo tipo, pero también gente corriente que en un momento de su vida acudieron a su estudio para ser «embalsamados», «fijados» en un instante y un espacio determinados y finitos.

Allí hay retratos de padres, madres e hijos, de amantes, de  abuelos, de personas que eran unas hace veinte años y ahora son otras. Pues hay personajes que han sido retratados diversas veces por Gabriel a lo largo del tiempo. Tal vez lo más interesante de esas fotos es lo que no se verá, las historias que hay detrás de cada una, los motivos que llevan a la gente a retratarse en un conocido estudio de la ciudad. Esas historias son las que Gabriel me iba contando mientras ordenaba las fotos en la pared correspondiente, porque cada retrato tiene una historia particular y diferente. Gabriel tiene «in mente» un vídeo que tratará sobre esas historias «ardo en deseos» de que lo acabe y lo haga público.

Dice Max Kozloff: «Entre sus múltiples funciones, el rostro humano actúa como un embajador, en su función de ponernos en contacto con el mundo. Somos lectores de rostros, animales socialmente inquisitivos, acostumbrados, mejor dicho programados, para responder a las expresiones fisiognómicas que nos ayudan a decidir nuestra propia conducta en escenarios ilimitados. Jonathan Miller describió el repertorio del rostro con mucha precisión cuando escribió: … el rostro dice dónde estamos. Nosotros besamos, comemos, respiramos y hablamos desde él. Dice dónde miramos, hablamos, escuchamos y olemos. Es dónde nosotros nos pensamos siendo observados en público. Es la parte que ocultamos al sentirnos culpables, o que desearíamos perder al sentir vergüenza». (Traducción del autor del blog)

Es por eso que un retrato dice muchas cosas de nosotros, explica nuestras emociones, pero también  nuestro micro y macrosistema. Habla de nuestro contexto familiar, profesional, político, religioso o cultural. Señala a que grupo pertenecemos, a que clase socio-cultural, e incluso muestra  nuestra  disponibilidad a los otros.

Gabriel Ramon capta todas esas funciones del rostro y nos explica la evolución del sujeto fotografiado, pero también la  de la sociedad mallorquina, que podría ser la  de cualquier ciudad occidental. Con su exposición nos propone que las interpretemos, que les demos sentido. Pero sobre todo, nos muestra la evolución de su magnifica técnica como retratista, con claras influencias  de Irving Penn en algunos retratos, aunque la mayoría son muy personales. Hay retratos muy clásicos, especialmente los que muestran a profesionales relacionados con la abogacía, pero otros son mucho más dinámicos y transgresores, saliendo el sujeto del marco del encuadre y usando composiciones arriesgadas. Las situaciones de la iluminación también son muy diversas, pero siempre con esquemas  sencillos y muy naturales.

Si amáis el retrato no debéis perderos esta fantástica exposición. Si queréis conocer la compleja sociedad mallorquina tampoco olvidéis pasar por el Solleric.

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* Las fotos son del autor del blog tomadas mientras se montaba la exposición de Gabriel Ramon

Maz Kozloff (2007) The Theatre of the Face Portrait Photography Since 1900. London: Ed. Phaidon

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La mirada de Gabriel Ramon hacia el teatro del rostro mallorquín

De donde no se vuelve…


 

Las navidades pasadas tuve el inmenso placer de acudir al Museo Reina Sofía a disfrutar de la exposición de Alberto García-Alix titulada “De donde no se vuelve”, y es cierto, casi me quedo allí.

No fue una exposición más. Más bien fue aquella que lo removió todo. Conocí la obra de García-Alix en los 80 – en la movida – cuando yo estaba acabando la adolescencia. Ahora, más allá del ecuador de mi vida, me he vuelto a reencontrar con él. Han pasado casi treinta años desde entonces, y es cierto, allí – a la adolescencia – ya no volveré. Las personas, las vivencias, las situaciones, los pensamientos, las emociones, los paisajes, etc., que sentí por entonces no volverán, algunas han desaparecido para siempre, igual que el hermano de García-Alix y otros compañeros de tropelías. Sí, me he visto retratado en las fotos de García-Alix,. Ellas forman parte de mi vida, incluso sin conocerlas anteriormente, me dicen cosas de mi mismo. Me hablan del tiempo, ese que fluye sin detenerse hacia un lugar desconocido. Al llegar a casa he repasado mis fotos desde entonces hasta ahora, y he tenido la misma impresión que la que sentí al visitar la exposición: el tiempo pasa y no se puede evitar. Las lineas que se abrieron entonces se han cerrado ya, no es posible escribirlas de nuevo, o al menos no es posible hacerlo de la misma forma, con el mismo contorno. La vida lo impide.

Recorriendo las salas del antiguo hospital, que se ha constituido en  museo, podía sentir los pasos de los fantasmas del pasado, los del autor, pero también los míos. El tiempo pasa para todos, todo muere y se transforma, menos en nuestra mente. Todo muere menos la muerte, que es eterna. Todos huimos de esas “masas oscuras”, de los “excesos del pasado”, del dolor de la muerte – propia y de la de los demás –  pero algunos han muerto ya… otros están en camino o no han vivido nunca.

Pasar por la exposición de García-Alix, hasta llegar al vídeo final, es como hacerlo por un vía crucix a la vez fotográfico y vital. Estaciones de muerte, de éxtasis, de amor, de opio, de heroína, de sexo… de dolor y también de alegría. Pero lo cierto es que la exposición conmemora más la vida que la muerte, precisamente por eso la muerte está continuamente presente. García-Álix es un superviviente de mil batallas, de mil luchas contra ella y ese hecho se respira desde que vislumbras la primera imagen de su exposición.

La fotografía es un intento de detener esa muerte, como ya dijo Barthes, tal vez por eso García-Alix retrata el sexo, pues el sexo es un intento de ir más allá de la muerte, y también es algo que dura un “instante”. Para detener el reloj García-Alix  también se retrata a si mismo a menudo. No hay mejor manera para retener el tiempo que fotografiarse a uno mismo. La copia nos muestra que existimos, pues la cámara nos devuelve siempre la imagen de alguien que existe. No retrata fantasmas, no impresionan el negativo. Aunque, como bien dice el propio autor, retratar a alguien es siempre retratar a un futuro cadaver.

De hecho, ni siquiera podré visitar de nuevo la exposición, que ya se ha desmontado. Menos mal que siempre quedarán las fotos del libro-catálogo… esas no mueren, al menos en el tiempo que a mi me queda de vida.

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Fotografías por orden aparición: Pérez Castelló, García-Alíx

Textos  públicados de García-Alix por La Fábrica

Entrevista a García-Alix en La Fábrica TV

La fotografía y su evolución

El fotógrafo y sus influencias

Retratos y autoretratos

De dónde no se vuelve

Narrador de historias

El canto a la tripulación

De dónde no se vuelve (II)

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De donde no se vuelve…

Un secreto que no se quiere conocer


arbus4Decía Diane Arbus en su diario: “una fotografía es un secreto sobre un secreto, cuanto más te cuenta menos sabes”. Hay muchas formas de dotar de sentido o significado a dicha frase. Los secretos siempre cuentan cosas que no deben ser contadas, las fotos a menudo también. Una fotografía en si misma explica cosas, pero no las narra todas, solamente aquellas que es capaz de captar el que la mira o el que la toma. Por eso esa comprensión depende de los secretos de uno mismo. Es aquella parte de nosotros que no conocemos la que a menudo interpreta las fotografía que vemos o hacemos aunque no tengamos conciencia de ello.

Las fotos de Arbus, igual que nos sucede a los demás, eran fotos de sus secretos que de hecho eran secretos para ella misma. La recurrencia de sus temas es muy significativa, seres extraordinarios, gemelos, nudistas, transexuales, pervertidos, prostitutas, orgias, en definitiva personas fuera del marco social que se podría denominar “normalidad”. Todas esas fotos eran secretos de otras personas que Arbus se encargaba de mostrar a los demás, pero que en realidad mostraban también los suyos propios. Diane comentaba también en su diario que era una lástima no poder ser dos personas a la vez (tal vez por ello estaba obsesionada con retratar gemelos), puesto que ella misma en el fondo era un ser doble y asimétrico, como somos también todos nosotros. Existía la Diane dependiente, tradicional, esposa fiel, madre de familia, perteneciente a una familia acomodada, pero a la vez existía la Diane autónoma, excéntrica, extraña, más allá de lo ordinario, liberada sexualmente fuera del matrimonio, a veces dispuesta a dejarse llevar por sus impulsos, aunque no siempre era posible hacerlo sin sentimiento de culpa y vergüenza. Muchas de las Dianes imposibles aparecen en sus fotos de los otros, la fotografía fue tal vez para ella una manera de luchar contra sus fantasmas, con esos otros que habitaban en ella y que no siempre era capaz de ser. Estaba atrapada por la Diane que debía ser y aquella que quería ser. Como aquel padre de familia que trabaja todo el día en su empresa y por la noche acude a prostíbulos ocultándose de todo el mundo. Diane tenía también esa doble vida, pero la sublimaba con sus fotos. Era capaz de cruzar la linea e ir más allá de la normalidad, pero siempre acompañada con su cámara. Sin ella le era más complejo. arbus5

Se podría decir, por tanto, que una foto nos dice, a veces, más cosas que desconocemos de nosotros mismos que aquellas que conocemos. O, dicho de otra forma, las fotos nos cuentan cosas que no somos capaces de entender, puesto que nos muestran ese saber que no queremos conocer. Por ese motivo … cuanto más te cuenta menos sabes.

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* Fotografias tomadas por Diane Arbus

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Un secreto que no se quiere conocer

La pistola de Tomás el «mirón»


pistola“Siempre me pareció que la fotografía era una cosa traviesa; para mi fue uno de las aspectos favoritos – contó Diane Arbus -, y cuando lo hice por primera vez me sentí muy perversa”. pag. 28. Esto es lo que cuenta Susan Sontag para introducir el tema de la perversión en la fotografía en su libro titulado “Sobre la fotografía”. El aspecto perverso que según la escritora se puede destacar de la fotografía, tal vez tiene que ver con las fantasías sexuales que algunos fotógrafos sienten detrás de sus cámaras, en el caso de que éstas (las fotografías) resulten verosímiles e inapropiadas al mismo tiempo. Sontag señala, a modo de ejemplo, dos películas que podrían confirmar su afirmación. En “Blow-up” Antonioni muestra al fotógrafo de modas fotografiando convulsiva y compulsivamente el cuerpo de Verushka, pero según Sontag esta actividad no es realmente apropiada para un acercamiento sexual, pues la cámara marca distancia entre el fotógrafo y la modelo. “La cámara no viola, ni siquiera posee…” (pag. 29) pues las relaciones sexuales necesitan que no haya distancia entre los cuerpos. Seria ésta por tanto una fantasía sexual más que una realidad sexual, aunque sin suma importancia ya que es perfectamente “verosímil”, pero no “inapropiada”. Sin embargo, Sontag en el texto continúa con un ejemplo de otra fantasía mucho más “inapropiada”.

En la película “Peeping Toom”, de Michael Powell, un mirón psicópata fotografía mujeres con una cámara en la que hay una arma escondida con la cual las asesina. Las mujeres son fotografiadas mientras mueren, pero jamás las toca, solamente le interesa la foto. La agonía de las mujeres es lo que observa en las fotografías que ha tomado, y es la que desencadena en el fotógrafo, en su casa, su goce solitario. Sus fantasías, continúa la escritora, están ligadas a una correspondencia entre la impotencia y la agresión, y son permitidas por el uso de la cámara, que viene a suplir al falo. De hecho la cámara a menudo es un substituto del mismo, incluso para muchos fotógrafos mucho más cercanos al fotógrafo de Antonioni que al de Powell.

En el lenguaje fotográfico se ve a menudo el uso de esa metáfora cuando se habla de “cargar la cámara”, “apretar el disparador”, etc. La cámara es un arma al igual que el pene del cuál también se puede decir que “dispara”, “escupe plomo”, “mata a la otra”, “el pistolón”, etc. Muchos fotógrafos inevitablemente sienten esa fantasía con la cámara, la mayoría de las veces sin ser conscientes de la misma. Tal vez no la sienten con la muerte o la agresión, pero si con el sexo, aunque la agresión y la muerte están muy a menudo cerca del sexo. No en vano ya Freud decía que el sexo y la muerte son las dos caras de una misma moneda.

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Sontag, S. (2005) Sobre la fotografía. Madrid: editorial Alfaguara

* Foto de Jan Saudek

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La pistola de Tomás el «mirón»

Mirar lo que no conviene ver


newton1 Leyendo el libro “Ensayos” de Burgin (2004) se puede encontrar un capítulo fascinante títulado “Espacio perverso”. En ese capítulo el autor analiza el interesante tema de la perversión en la mirada fotográfica. Hay varios puntos que llaman la atención. El texto de Burgin se fundamenta en uno anterior de Laura Mulvey, en el que esta autora pretende analizar la mirada-escoptofílica-voyeurística de la fotografía y del cine. En el texto de Burgin se analiza, entre otras cosas, el placer que producen en el espectador – precisamente a través de su mirada – , la visión de determinadas fotografías. Este ańalisis es de hecho un estudio de las cualidades inconscientes de la mirada, al igual que el de Burgin. Para ello Burguin analiza una famosa foto de Newton: “Autoretrato con esposa y modelos” y la toma como pretexto para construir su discurso.

Uno de los temas interesantes que aparecen es el de la sexualización de la visión. Burgin comenta, siguiendo el trabajo de Freud, que la función primera de la visión es la supervivencia del individuo. De esta manera, la visión sería una herramienta que permite analizar el contexto con la finalidad de protegerse de aquellas variables que pudieran poner fín a la vida del sujeto, en una forma de autoconservación. Por tanto, al principio de la vida evolutiva del bebé la visión, según Freud, tiene una función exploratoria, como de recolección de muestras, pero más adelante la visión se hace representativa – se convierte en un impulso de ver – cuando se usa para interiorizar un aspecto del mundo externo. Esa capacidad simbólica y representativa de la visión es la que la torna en un herramienta sexual, la visión se erotiza y la mirada también. La sexualización de la visión se da con el “apuntalamiento de la líbido”, de tal forma que, en un momento dado los ojos de el individuo tienen la función de “ver” pero también de “tocar” , “palpar” el mundo en una función similar a los cuernos del caracol, en el extremo de los cuales el animal tiene los ojos con los que explora la realidad tactilmente y la ve al mismo tiempo (está comparación es de Laplanche).

mapplethorpeEs interesante destacar en este sentido que, según Laplanche, en la teoría de Freud sobre los sueños, la visión jugaba un papel fundamental pues las “representaciones de cosas” en ellos es casi siempre visual, y como los contenidos de los sueños son en su mayoría inconscientes, entonces es fácil pensar que los contenidos del inconsciente están fabricados esencialmente por imágenes. Pero, no se debería entender que el placer de la visión tenga que ver solamente con el sexo, mirar de por si es tremendamente placentero: los árboles, el horizonte, el mar, el rostro de los otros conforman a menudo aquello que llamamos belleza. Sin embargo, esa función sexualida de la visión nos acaba llevando siempre al sexo, al erotismo , y las fotografías de Newton o de Mapplethorpe son una clara muestra de ello. Con ellas vemos pero también tocamos esa belleza que es el cuerpo humano desnudo, y siempre acabamos mirando aquello que no nos conviene ver.

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* foto de Helmut Newton

** foto de Robert Mapplethorpe

Burguin, V. (2004) Ensayos. Barcelona: Editorial Gustavo Gili

Mulvey, L. (1994) Placer visual y cine narrativo. Valencia: Episteme

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Mirar lo que no conviene ver

Proceso primario y fotografía


videsprivades09En la visión freudiana sobre la organización de la personalidad, al menos en la de sus últimos trabajos que es la más conocida, existía una división entre el “ello”, el “yo” y el “super-yo” como constituyentes de la personalidad en el adulto. Hall (1984) escribe sobre esa organización, y refiriéndose al “ello” comenta que su función fundamental es la de encargarse de la descarga de las cantidades de excitación (energía o tensión) que se liberan en el organismo mediante estímulos, ya sean internos o externos. (pp. 25). Esa liberación la cumple a través del “principio del placer”, de esta manera el sujeto se libra de la tensión, y la mantiene en un nivel bajo en el caso de que no pueda deshacerse totalmente de ella. La tensión si no es liberada produce dolor o incomodidad, si es liberada se obtiene placer. La función del “principio del placer” es conseguir que el sujeto viva en un estado de equilibrio, descargando las tensiones cuando sea necesario. Cuando el organismo no puede encargarse de aliviar todas las tensiones aparece la frustración en el sujeto, y entonces se desarrolla el concepto que Freud denominó como “proceso primario”.

De alguna forma creo que el proceso primario está ligado con la fotografía, tal como explicaré ahora. Cuando el sujeto interactúa con el medio, los órganos de los sentidos, a través de la percepción y sensación, recogen información del medio que es procesada por la memoria formando una representación del objeto, de la realidad. Cuando esas representaciones, “huellas mnemónicas” que llama Hall, son activadas, se dice que la persona tiene una imagen del objeto que se formó en su momento (pp. 27). Mediante esas imágenes, añade Hall “el pasado es traído al presente”, la imagen mnémica puede representar al objeto real y sustituirlo. En situaciones en las que el niño no puede obtener el objeto real debe conformarse con la representación para descargar la tensión. A ese proceso se le conoce con el nombre de primario (pp. 28). Hall dice textualmente: “El proceso que produce la imagen mnémica de un objeto, que se necesita para reducir la tensión, es llamado proceso primario” (pp.28). Más adelante, pero aún en la misma página, añade:

mapplethorpe03_bodyEl proceso primario procura descargar la tensión estableciendo lo que Freud llamó una “identidad de percepción”. Al hablar de una identidad de percepción Freud quiso significar que el “ello” considera la imagen mnémica idéntica a la percepción misma… En otras palabras, el “ello” no puede distinguir entre un recuerdo subjetivo y una percepción objetiva del objeto real” (pp 28-29).

Hall intenta poner un ejemplo de proceso primario, entonces habla de los sueños. Un sueño, para él, es una sucesión de imágenes visuales cuya finalidad es la de reducir la tensión al revivir recuerdos de sucesos pasados que se asocian a momentos de placer o de satisfacción. “La formación de la imagen de un objeto que reduce la tensión se llama realización de deseos” (pp. 29). Soñamos con aquello que deseamos. La persona excitada sexualmente que en situación de vigilia no puede satisfacer su necesidad reduce la tensión a través del sueño soñando con alguna actividad sexual que no ha conseguido a lo largo del día.

Pienso que la fotografía es un claro ejemplo de lo que sería un proceso primario de la misma manera que puede serlo el sueño. Esa huella mnémica que sustituye al objeto real para descargar la energía y procurar placer. A menudo debemos conformarnos con la imagen para descargar la tensión. Engañamos al “ello” con la imagen fotográfica. Frente al objeto ausente somos capaces de sentir el placer de la misma manera como si estuviera presente.

Según Hall, cualquier proceso del “ello” solamente puede seguir dos caminos: o se descarga mediante la acción o la realización de deseos, o bien en controlado por el “yo” (pp. 30). Tal vez la fotografía sea el primer camino,es decir ella es la que permite la aparición de la acción o la realización de un deseo, o ambas cosas a la vez.

Más adelante Hall comenta: El “ello” lo puede todo ”… posee el poder mágico de realizar sus deseos mediante la imaginación, la fantasía, las alucinaciones y los sueños… lo contiene todo… No reconoce nada exterior a si mismo”. “Es el mundo de la realidad subjetiva en los que la búsqueda del placer y la evitación del dolor son las únicas actividades que importan”. (pp. 31). “El “ello” no piensa, solamente desea o actúa”. Se podría añadir a las palabras de Hall que el “ello” también fotografía. Es él el verdadero autor de la mayoría de nuestras fotos.

sieffLaplanche y Pontalis (1993) comentan que el proceso primario es fundamentalmente un proceso del inconsciente en el que la energía psíquica fluye libremente pasando de una representación a otra según los mecanismos del desplazamiento y la condensación y tiende a recatectizar las representaciones ligadas a las experiencias de satisfacción constitutivas del deseo. La energía, por tanto, no está ligada. (pp. 302). La función del “yo” precisamente es la de evadir el proceso primario, eso es precisamente el proceso secundario. En este último proceso la energía queda ligada y contenida (controlada) por los mecanismos del yo. Opino que en el caso de muchas fotografías la energía queda libre, desligada, dispuesta para ser usada en la satisfacción de muchos de los deseos inconscientes. También existe una fotografía ligada, más típica de los procesos del yo, pero no es el tipo de fotografía que me puede parecer interesante en este momento.

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Referencias:

Hall, C. S. (1984). Compendio de psicología freudiana (1 Reimpresión ed.). Barcelona: Paidós.

Laplanche, J., y Pontalis, J. B. (1993). Diccionario de psicoanálisis (1 Edición ed.). Barcelona: Paidós.

* Fotografía por orden de aparición: Alberto García-Alix. Robert Mapplethorpe y Jeanloup Sieff

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Proceso primario y fotografía

El doble que nos enfrenta


 

bayardEl retrato crea un doble del cuerpo y del rostro que hacía de modelo. Es un doble que ha quedado captado en el negativo. Todo retrato es el doble de uno mismo, como una sombra. La sombra siempre va unida al cuerpo, es una muestra de su existencia, igual sucede con la imagen del espejo. En este sentido la imagen como doble puede remitir a la muerte a través del placer, del sexo. Como dijo Freud la muerte y el sexo son los extremos de un mismo hilo que a menudo se tocan. La percepción de uno mismo, el placer que provoca, gusta y asusta por igual. El sujeto al observarse a si mismo siente un placer narcisista y, tal como le sucedió al propio Narciso en la leyenda mitológica, uno puede quedar tan embelesado en su propia imagen que puede ahogarse en ella. Ese es el principal temor del que es retratado, especialmente si es autoretratado: la ansiedad de amarse demasiado, de consolarse con su propia imagen.

El niño, aproximadamente hacia los dos años, como bien explicó Lacan, descubre su imagen en el espejo. En ese momento el sujeto empieza a tomar conciencia de su propia existencia. Esa conciencia transforma totalmente al individuo, ya es uno entre otros. Aparece el narcisismo en este instante en el que se toma conciencia de uno mismo como alguien distinto y diferente a los demás: interna y externamente.

El concepto del “yo” tiene dos formas: la del cuerpo y la de la mente, ninguna es directamente observable en su totalidad. En el caso del cuerpo esa observación de uno mismo en su totalidad, solamente es posible gracias a instrumentos culturales y tecnológicos: el espejo, el vídeo, la fotografía, el cine. El “uso” del cuerpo a menudo provoca placer, incluso si ese uso viene determinado simplemente por la propia mirada, por la visión de la propia desnudez. El ojo a menudo es un órgano fundamental del placer, más incluso que el tacto. El niño que se reconoce en el espejo, en la fotografía, empieza a experimentar ese placer.

Pero la imagen del espejo también es comprendida como la imagen del otro, pues estamos acostumbrados a ver al otro, pero no a vernos a nosotros mismos. Por ello a menudo vemos al otro en nosotros al observarnos en una fotografía. Ese otro del espejo en realidad es falso, es solamente una imagen, una copia, un doble del real filtrada por la conciencia. A la interpretación de esa imagen de la que tenemos conocimiento debe sumarse la de aquella de la cual no tenemos, pero que se encuentra también en nosotros. Así lo expresa Carmen Ribés:

“La imagen del cuerpo como culminación del orden de lo especular es, la imagen del otro y a la vez la imagen del cuerpo propio constituyéndose como otro en el espejo”. Por tanto, la imagen del cuerpo tapona un agujero, cubre a través de la representación del objeto la ausencia del mismo. Así, la fase del espejo contiene un mecanismo de anticipación y de retroacción, ya que a partir del momento en que el sujeto da forma a la imagen de su cuerpo, este comienza a percibirse como algo deficitario, en permanente estado de fragmentación. La imagen del propio cuerpo, por tanto,toma el valor de un objeto (puesto que es exterior, procede del espejo) y cataliza “la mayor parte del capital libidinal del sujeto que podrá invertir en otros objetos.”

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Foto: Bayard. La foto es uno de los primeros autoretratos de la historia de la fotografía.

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El doble que nos enfrenta