De donde no se vuelve…


 

Las navidades pasadas tuve el inmenso placer de acudir al Museo Reina Sofía a disfrutar de la exposición de Alberto García-Alix titulada “De donde no se vuelve”, y es cierto, casi me quedo allí.

No fue una exposición más. Más bien fue aquella que lo removió todo. Conocí la obra de García-Alix en los 80 – en la movida – cuando yo estaba acabando la adolescencia. Ahora, más allá del ecuador de mi vida, me he vuelto a reencontrar con él. Han pasado casi treinta años desde entonces, y es cierto, allí – a la adolescencia – ya no volveré. Las personas, las vivencias, las situaciones, los pensamientos, las emociones, los paisajes, etc., que sentí por entonces no volverán, algunas han desaparecido para siempre, igual que el hermano de García-Alix y otros compañeros de tropelías. Sí, me he visto retratado en las fotos de García-Alix,. Ellas forman parte de mi vida, incluso sin conocerlas anteriormente, me dicen cosas de mi mismo. Me hablan del tiempo, ese que fluye sin detenerse hacia un lugar desconocido. Al llegar a casa he repasado mis fotos desde entonces hasta ahora, y he tenido la misma impresión que la que sentí al visitar la exposición: el tiempo pasa y no se puede evitar. Las lineas que se abrieron entonces se han cerrado ya, no es posible escribirlas de nuevo, o al menos no es posible hacerlo de la misma forma, con el mismo contorno. La vida lo impide.

Recorriendo las salas del antiguo hospital, que se ha constituido en  museo, podía sentir los pasos de los fantasmas del pasado, los del autor, pero también los míos. El tiempo pasa para todos, todo muere y se transforma, menos en nuestra mente. Todo muere menos la muerte, que es eterna. Todos huimos de esas “masas oscuras”, de los “excesos del pasado”, del dolor de la muerte – propia y de la de los demás –  pero algunos han muerto ya… otros están en camino o no han vivido nunca.

Pasar por la exposición de García-Alix, hasta llegar al vídeo final, es como hacerlo por un vía crucix a la vez fotográfico y vital. Estaciones de muerte, de éxtasis, de amor, de opio, de heroína, de sexo… de dolor y también de alegría. Pero lo cierto es que la exposición conmemora más la vida que la muerte, precisamente por eso la muerte está continuamente presente. García-Álix es un superviviente de mil batallas, de mil luchas contra ella y ese hecho se respira desde que vislumbras la primera imagen de su exposición.

La fotografía es un intento de detener esa muerte, como ya dijo Barthes, tal vez por eso García-Alix retrata el sexo, pues el sexo es un intento de ir más allá de la muerte, y también es algo que dura un “instante”. Para detener el reloj García-Alix  también se retrata a si mismo a menudo. No hay mejor manera para retener el tiempo que fotografiarse a uno mismo. La copia nos muestra que existimos, pues la cámara nos devuelve siempre la imagen de alguien que existe. No retrata fantasmas, no impresionan el negativo. Aunque, como bien dice el propio autor, retratar a alguien es siempre retratar a un futuro cadaver.

De hecho, ni siquiera podré visitar de nuevo la exposición, que ya se ha desmontado. Menos mal que siempre quedarán las fotos del libro-catálogo… esas no mueren, al menos en el tiempo que a mi me queda de vida.

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Fotografías por orden aparición: Pérez Castelló, García-Alíx

Textos  públicados de García-Alix por La Fábrica

Entrevista a García-Alix en La Fábrica TV

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De dónde no se vuelve (II)

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